Un afroamericano cambia su vestimenta cada día para ver si es tratado de una manera diferente
9 de marzo de 2016
Pedro Fequiere tiene 24 años, trabaja como periodista en Buzzfeed Estados Unidos y cuida mucho su vestimenta. No porque sea coqueto, sino porque sabe que a diario le van a juzgar continuamente por ello. Pedro no es modelo ni trabaja de cara al público: siente que los demás le dan mucha importancia a su ropa porque es afroamericano. Según explica “Muchos hombres negros nos disfrazamos para evitar ser vistos de manera negativa”.
“A lo largo de mi vida he sufrido varias microagresiones: empleados de seguridad siguiendo en tiendas, mujeres agarrando sus bolsos, policías parándome… Cuando tenía 19 años la policía me detuvo por algo que no hice. El otro día una señora agarró a su hijo y se lo llevó para alejarlo de mí…” explica.
Estas son algunas de las experiencias que le han tocado vivir. Y para él la clave siempre está en el mismo sitio: el color de su piel y la ropa que lleva. Para demostrarlo, ha llevado a cabo un curioso experimento: una semana se ha vestido de una manera más seria y ha ido anotando las reacciones de la gente que tenía alrededor. La siguiente semana ha hecho lo mismo, pero vestido de forma más relajada.
Para este ‘juego’, ha creado una serie de normas que ha cumplido escrupulosamente:
- Día a día siempre va a realizar las mismas actividades, pero vestido de diferente forma
- Cuando vaya de traje, siempre va a llevar la camisa por dentro y a lucir corbata o pajarita y una chaqueta.
- Cuando vaya de calle, siempre será de una manera cómoda, como si pudiera dormir vestido así.
- Nunca enseñará los tatuajes que tiene.
- No cambiará su conducta o interpretará un papel: siempre será el mismo pero vestido diferente.
Primer día, primer look
“La mujer que trabaja en el 7-Eleven me ha saludado con una sonrisa y me ha preguntado si voy vestido así para una entrevista o para una reunión (…) Cuando me he montado en el autobús, no tenía suficiente para pagar el billete pero el conductor me ha dicho que pasara (…) He ido a comer a un sitio pijo y el camarero me ha sentado cerca de la ventana, en un sitio preferente. (…) He ido al banco y el guarda de seguridad me ha abierto la puerta e incluso me ha recomendado apuntarme a una lista para ser atendido antes. Un cajero me ha recomendado un sitio para aparcar y sacar dinero”.
Siete días después, segundo look
“La misma mujer del 7-Eleven no me ha dicho nada, solo si quería el recibo. (…) En el autobús seguía sin tener suficiente dinero pero el conductor no ha arrancado hasta que he encontrado 5 centavos para pagar lo que debía. (…) El mismo camarero del sitio pijo me ha sentado en otro lugar, cerca de la caja registradora. Y le he pillado mirándome de reojo mientras atendía otras mesas. (…) En el banco el de seguridad solo me ha saludado con la cabeza y no me ha dicho nada de la lista. El cajero no me ha dicho nada especial: tras unos minutos de espera, ha venido hacia mí”.